Partiendo de la idea que surgió con las fotos anteriores, donde se quería representar un estado de concentración, el momento en uno se sumerge en el trabajo y se transporta a otro espacio, donde son otras las velocidades, otros los colores, otras las texturas, donde las creaciones cobran vida y ya la nitidez va desapareciendo, decidí aferrarme a ese estado pero llevandolo a un espacio, que sea el espacio el que exprese eso. 

Entonces.

Cambié de lugar, la sala de edición vino bien para guiarme hacia donde quería ir, pero no servía como espacio. Pensé tres lugares posibles, Planetario (clausuradísimo por refacciones), Sala de video juegos (lamentablemente en Capital F sólo quedan dos), Acuario. 

La sala de video juegos, no funcionó, podría probar con otra.

El acuario, funcionó y no funcionó. Como espacio que buscaba me sentí cómoda, me había puesto un par de condiciones, como cierta gama de colores con la que quería laburar, que haya pantallas (las peceras cuadradas como pantallas, espacio oscuro donde la luz entra por grandes figuras cuadradas o circulares)(también tomando en cuenta los trabajos del japonés que bien recomendó Gabriel), y después cositas técnicas (jugar con el fuera de foco, aunque no tanto como la otra vez, con la velocidad, intentar que las fotos no sean estáticas pero tampoco el garabato de luz como la otra vez). Ahora bien, el espacio es un rectángulo, una especie de pasillo ancho, eso no ayuda, de hecho rescate de 36, 3 , 4 fotos y ni siquiera esas convencen. 

Entonces.

Hay más acuarios.

Continuará.